martes, 5 de enero de 2010

¡Porque tú lo vales! ¿Y yo?

Mira en tu corazón, ¡es mediodía! Ahora es cuando tienes que correr riesgos, tomar decisiones al momento, jugártelo todo a una carta. Si no lo haces ahora, ¿cuándo? No te quiere, ¡qué importa! Tú dile lo que sientes por el, tal vez cambiará de opinión y, si no, no has perdido nada. Ahora es cuando tienes que hacerlo, ¡no cuando esté con otra, que será tarde! Juégatela.
Y, si sigue ignorándote, no llores, no te encierres en tu cuarto con la música triste, que ya me conozco cómo acaba eso. ¿Sabes lo que tienes que hacer? Ves a tu armario, ponte tu ropa preferida con el pintalabios a juego, escoge los tacones más altos que tengas, píntate hasta que te veas guapísima, y sal a la calle a disfrutar de la vida. Y, lo más importante, ve con la cabeza bien alta y una sonrisa en la cara, ¡porque tú lo vales!
Y que un chico que no te aprecia como te mereces no te haga pensar lo contrario.

Que soy la primera que no cumple todo esto, que no le he dicho que le quiero, que estos meses me he puesto la música a tope por las tardes y he empezado a llorar, que le he permitido borrar mi sonrisa hasta no dejar ni rastro de ella, ¡que ya lo sé! Y ¿quién te dice que no lo haga a partir de ahora? Sé que no voy a ser capaz de gritarle te quiero, nisiquiera de susurrarlo cuando esté cerca, no seré capaz de cumplir la promesa de no derramar ni una lágrima más por él. Pero este año me he prometido a mí misma que dejaré los llantos, la tristeza y estas cosas para cuando tú no estés delante, y cuando estés voy a parecer la chica más feliz que puedes imaginarte. Me voy a vestir como me dé la gana, aunque a ti no te gusten los pitillos, voy a ir al colegio con coleta los días de gimnasia, cosa que antes no hacía para que no me vieras fea. Me voy a reír con mis amigas lo que nadie imagina, aunque por dentro esté llorando porque tú no me haces caso... ¡pues mira! Me aguantaré, y sonreiré hasta que me duela la cara.

Si me propongo aprobarlas todas, alomejor no lo consigo. Si me propongo llevar una 36, alomejor tampoco. Es casi seguro que no cumpliré lo que me propongo, pero, algún propósito tendré que hacerme para el nuevo año, ¿no? Pues, mi propósito de 2010, lo protagonizas tú.

lunes, 4 de enero de 2010

Recordar, recordado, recordando. Al fin y al cabo, recuerdos.

Dicen que es muy bonito mirar atrás en el tiempo y sonreír. Poder acordarte de lo feliz que eras cuando él te miraba y, entre susurros, te decía: “te quiero; eres preciosa; me encantas; eres mi vida”. Esos paseos por el centro de la ciudad cogidos de la mano, sin pensar en nada más que el uno en el otro. Aquellas tardes tumbados en la hierba, pensando que no existe un lugar mejor en el mundo que ahí, a su lado, y saber que tú lo tenías y podías disfrutarlo. Ese roce de vuestros labios, ese momento que se convierte en algo completamente mágico entre los dos. Suena bonito, ¿verdad? Pues, cómo no, también hay una parte amarga, que es donde estoy yo. Cuando no tienes esos recuerdos se pasa mal, muy mal. Miras atrás y te acuerdas de lo feliz que eras cuando te daba un abrazo porque sí, pero sabías en el fondo que no había sentimiento alguno. Al despedirse en el msn, eras feliz si te ponia un simple "(L)", acompañado o no de un te quiero, aunque eras consciente de que sólo eran palabras. Y así podría escribir 1001 momentos en los que era mínimamente feliz, pero ¿para qué? Si alguna vez has querido a alguien, aparta un momento los ojos del texto y mira en tu cabeza, ahí están los momentos que faltan. ¿Los ves? Ahora ya sabes a lo que me refiero.
Pues creo que de esos recuerdos, tengo para rato. Estamos a 4 de enero de 2010, y hoy llevo exactamente 82 días queriéndole en vano. Ochenta y dos días acumulando recuerdos, pequeñas cosas que él ha olvidado, pero que son las que a mí me llenan en mi día a día, y hacen que no me derrumbe hasta caer y no levantarme del suelo, donde algún día nos sentaremos juntos queriéndolos el uno al otro.
P.D.: ¿He dicho ya que me gusta vivir de ilusiones?

jueves, 31 de diciembre de 2009

I like it,

- Me gustan los abrazos.
- Me gusta cantar.
- Creer que canto bien.
- Mirar por la ventana.
- Soñar despierta.
- Recordar los sueños de la noche anterior.
- Buscar un final para ellos.
- Escribir.
- Los tacones.
- Los corazones.
- Pasear. Que no caminar.
- Hacerme fotos.
- Dejar que me hagan fotos.
- Mirarme al espejo.
- Bailar cuando no me mira nadie.
- Imaginar.
- Llorar durante media película.
- Los colores que me transmiten tranquilidad.
- Observar a las parejas felices.
- Pensar que, dentro de poco, yo seré parte de una de esas parejas.
- Escucharle.
- Que me escuche.
- Las sensaciones fuertes.
- Las muestras de cariño.
- Ese olor. SU OLOR.
- La arena del mar.
- El olor a vainilla, o a café recién hecho.
- Los pinta uñas con colores fuertes.
- Mis 9 niñas, las mejores amigas que encontrarías nunca.
- Mis Sáh.
- Los pendientes.
- Los anillos.
- Ponerme los anillos de mis amigos.
- Correr porque sí.
- Saltar en medio del pasillo, y que la gente me mire raro.
- Sentirme bien. Que me hagan sentir bien.
- Querer.
- Que me quieran.
- Las rosas.
- Los claveles.
- Todo tipo de flores rojas, rosas o blancas.
- Los altavoces a todo volumen.
- Los vídeos que me hacen reír.
- Los textos que me hacen llorar.
Pero, ¿sabéis lo que me gusta con todas mis fuerzas? Él. Y no, no puedo evitarlo. Aunque quiera. Aunque lo intente. Aunque duela.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

¿Por qué le quiero?

Como siempre, voy dando una vuelta con unos amigos. Como siempre, en algún momento de la conversación, no puedo evitar hablar de él. Hasta ahora todo era como siempre, como suelen ser las tardes desde que él apareció en mi vida para quedarse una temporada. Pero, en el momento en que yo hablaba de él, uno de mis amigos me hizo una pregunta que nunca me habían hecho antes, que todavía no sé contestar con certeza. "¿Qué le ves?", me dijo. Se me pasaron tantas cosas por la cabeza... Ellos, al no contestar, pensaron que ni yo misma sabía qué le había visto, que no sabía porqué le quería, o que simplemente no quería contestar. En realidad, sabía perfectamente qué fue lo que me enamoró de él, pero no encontraba las palabras necesarias. "¡Excusas, no nos lo quieres decir!", me repitieron una y otra vez. No era una excusa, en mi mente estaba la respuesta, pero no sabía cómo expresarla con palabras.
Siempre que me había gustado un chico, en algún momento me habían hecho esa pregunta, y todas las veces supe contestar. Pero, ¿por qué esta vez era distinto? ¿Porqué no supe contestar?
No le quiero por su pelo. No le quiero por sus ojos azules. No le quiero por su físico. Tampoco le quiero por su forma de ser. No le quiero por algo en concreto, sino por ser él.
Cuando estoy haciendo cualquier cosa y no sé que él está cerca y, de repente, noto su olor, la manera en la que se me acelera el corazón y se me forma un nudo en el estómago. Lo bien que me siento cuando estoy con él, cuando me hace reír, incluso cuando se mete conmigo de bromas. Cuando estoy deprimida por algo y nadie puede hacer que deje de llorar, entonces me siento en mi pupitre y él se queda a mi lado, y me transmite una tranquilidad que nadie más me había transmitido. Él hace que yo quiera ser mejor, que me proponga estar guapa cada día, que no me rinda al luchar por convertirme en la persona que quiero ser.
Suena cursi, pero no hay más, ¡es único! Mucha gente piensa que es inmaduro, rancio, borde, insoportable. Pero eso sólo es su comportamiento con los demás. Estoy con él 25 horas semanales, y no es así. Es totalmente lo contrario, es responsable, atento, inteligente, cariñoso, se preocupa por sus amigos... Es todo lo que en mis sueños deseaba. Es lo que crea mi felicidad. Es Es quien me da fuerzas. Es quien me hace pensar en positivo cuando lo veo todo negro. Es... es él.

Como se puede comprobar con este texto, sigo sin saber responder a la pregunta, pero sólo sé que lo que siento por él esta vez es fuerte. Es la fuente de mi energía, lo que me da fuerzas para luchar por lo que quiero... la persona que me podría dar la felicidad completa si él quisiera.

Si volvieran a hacerme esa pregunta, buscaría una respuesta corta, más o menos parecida a ésta.
"Cuando nacemos, nos dan un corazón, pero nos lo dan incompleto para que lo vayamos llenando, para que busquemos las piezas que encajan y lo completan, ¡exactamente como un puzzle! Yo lo he llenado con mi familia, con mis amigos, mis amigas, con las cosas que me gustan y personas a las que quiero, aprendiendo a quererme a mí misma, pero hay un trocito del puzzle que todavía sigue vacío. Ahora sé que él es la pieza que completa mi felicidad."

sábado, 26 de diciembre de 2009

Mi mejor regalo de navidad.

La plaza del centro de la ciudad. Día, 23 de diciembre. Hora, las seis de la tarde. Como es invierno, ya ha oscurecido. En el cielo, pero no todavía en mi corazón. Me quedaban unos minutos. Sabía que era la hora de despedirnos. Estábamos todos los que habíamos pasado la tarde, los siete; pero a mí solo me importaba uno... él.
Era consciente de que esos eran los últimos minutos que le iba a ver, posiblemente hasta que volviera a empezar el instituto el 8 de enero. Contados: 15 días sin verle. ¡Dios, una eternidad! Él está abrazando a una de nuestras amigas, despidiéndose, mientras yo me despido de los demás. Él es el último que me queda para despedirme; retrasaba todo lo que podía ese momento, pero había llegado. Le miré, y me tendió los brazos para que le diera un abrazo. Una parte de mí estaba triste por el tiempo que me esperaba sin saber de él, pero la otra estaba contenta: había esperado tantísimas veces el momento en el que él me pidiera un abrazo... y por fin lo había echo, ¡me había tendido los brazos a mí! Aunque posiblemente sólo fuera por educación, para mí eso lo fue todo.
Sin dudarlo un momento, le pasé mis brazos por detrás del cuello para darle el abrazo más dulce que supiera, con intención de que lo recordara estos 15 días, pero en el fondo sabiendo que en 15 minutos lo olvidaría. Él me pasó sus brazos por la cintura, un gesto tan normal de un abrazo entre amigos, pero tan especial para mí. No quería soltarle, quería parar el tiempo y quedarme así toda la vida. Apreté un poco más mi cuerpo contra el suyo, con sutileza para que no quisiera apartarse. En ese momento, lo hizo... Me dió un beso en la mejilla. Pero no de esos besos que duran una milésima de segundo, como cuando saludas a alguien que no conoces casi de nada. Fue un beso con cariño; no lo hizo por hacer, sino porque quería dármelo. Me hizo feliz, y no sabía hasta que punto. Ni siquiera rozó mis labios, solo mi mejilla, pero no esperaba que lo hiciera, me pilló completamente desprevenida y... me convirtió por segundos en la persona más feliz.
No pude evitar sonreír, y al momento le devolví el beso. El contacto de mis labios con la suave piel de su mejilla casi me hizo perder el control y gritarle ahí en medio: ¡quiero que lo sepas ya, te quiero! Pero, justo cuando yo me sumergí en mis pensamientos, él me sacó de ellos.
- Te voy a echar de menos.
¿De verdad me había dicho eso, o me lo había imaginado? No, fue real, lo dijo, a mí. Si él supiera de verdad lo que yo le echaría de menos... Nos apartamos, y le miré; sabía que no debía hacerlo, ya que iba a perderme en sus ojos y me costaba quitarle la mirada, pero lo hize, ¡a la porra todo! Él me miró, y le sonreí. Apartó la vista de mí para mirar a los demás, y yo hize lo mismo.
Él no fue consciente, pero ese beso en la mejilla justo en la despedida, fue el mejor regalo que yo podía recibir en navidad.

(tantas sensaciones en 2'30 minutos que duró aquel abrazo, pero que en mi mente durará por un tiempo eterno.)